viernes, 24 de febrero de 2012

Apuntes sobre la Libertad IV

La libertad, según definiciones de manual, se divide básicamente en dos: la libertad exterior, que es la libertad de todo agente extrínseco que se imponga, ya sea contra la inclinación de la naturaleza (estar atado a una cadena) o según la naturaleza (la ley de la gravedad); y la libertad interior, que es la libertad de todo principio intrínseco necesitante, ya sea psicológico o moral. Una vez hecha esta división, podemos afirmar que, pese a sus limitaciones, uno puede ser libre exteriormente sin serlo interiormente, y viceversa; libertad exterior e interior no se implican necesariamente. Como decía Epicteto: “el que conserva la libertad del cuerpo, pero tiene el alma esclava, esclavo es; pero el que conserva el alma libre, goza de absoluta libertad, aunque esté cargado de cadenas”.
Lo que nos interesa en este ensayo no es tanto la llamada libertad exterior, sino la libertad interior o también conocida como libre arbitrio (libertas arbitrii). Nosotros, bien lo sabemos, podemos obrar o no obrar, hacer algo o no hacerlo; a esto se lo llama libertad de ejercicio (libertas exercitii). Al respecto, William James decía que “cuando debes hacer una elección y no la haces, esto ya es una elección”. En cambio, y siguiendo con la lectura de los mismos manuales citados en el párrafo precedente, cuando la potencia especifica su acto al querer esto o aquello, al decidir por una u otra cosa, ejecutar este acto u otro, la llamamos libertad de especificación (libertas specificationis). Estas dos formas de libertad son claramente diferentes. Se puede tener la primera sin la segunda, pero la segunda siempre supone la primera, que es fundamental. Es obvio que si no me decidí a obrar, no puede elegir el modo de hacerlo.

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