sábado, 28 de abril de 2012

Apuntes sobre la Libertad VIII


            A la Libertad y los Medios de Comunicación, le incorporamos el tema de la Realidad. Para eso recurriremos a la tantas veces nombrada “Matrix”. Y qué mejor manera de empezar, que dejar hablar:
Morfeo: …Supongo que ahora te sentirás un poco como Alicia, cayendo por la madriguera del conejo.
Neo: Se podría decir que sí.
M: Puedo verlo en tus ojos. Tienes la mirada de un hombre que acepta lo que ve porque espera despertarse. Irónicamente, no dista mucho de la realidad. ¿Crees en el destino, Neo?
N: No.
M: ¿Por qué no?
N: No me gusta la idea de no ser yo el que controle mi vida.
M: Sé exactamente a lo que te refieres. Te explicaré porqué estás aquí. Estás porque sabes algo. Aunque lo que sabes no lo puedes explicar. Pero lo percibes. Ha sido así durante toda tu vida. Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es, pero ahí está, como una astilla clavada en tu mente y te está enloqueciendo. Esa sensación te ha traído hasta mí. ¿Sabes de lo que estoy hablando?
N: ¿De Matrix?
M: ¿Te gustaría saber lo que es?. Matrix nos rodea. Está por todas partes, incluso ahora, en esta misma habitación. Puedes verla si miras por la ventana o al encender la televisión. Puedes sentirla, cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.
N: ¿Qué verdad?
M: Que eres un esclavo, Neo. Igual que los demás, naciste en cautiverio, naciste en una prisión que no puedes ni oler ni saborear ni tocar. Una prisión para tu mente. Por desgracia no se puede explicar lo que es Matrix. Has de verla con tus propios ojos. Esta es tu última oportunidad. Después, ya no podrás echarte atrás. Si tomas la pastilla azul, fin de la historia.  Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja, te quedas en el País de las Maravillas y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad. Nada más. Sígueme…
Y luego de recurrir a la genialidad cartesiana, aunque tal vez no tan original, sobre la imposibilidad de distinguir con certeza vigilia de sueño, Morfeo agrega: “¿Qué es real?. ¿De qué modo definirías real? Si te refieres a lo que puedes sentir, a lo que puedes oler, a lo que puedes saborear y ver, entonces el término "real" son señales eléctricas interpretadas por tu cerebro. Este es el mundo que tú conoces. El mundo tal y como era a finales del siglo veinte. Ahora sólo existe como parte de una simulación interactiva neural que llamamos Matrix. Has vivido en un mundo imaginario, Neo. Este es el mundo como es, en la actualidad. Bienvenido al desierto de lo real…”.
El mundo que habitamos se nos presenta, y lo aceptamos tal como lo percibimos. Deseamos ser libres, actuamos como si lo fuéramos, más allá de no tener la certeza teórica o, más aún, de creer en el Destino.
¿Acaso nos es imposible acceder a lo real?. ¿Somos esclavos sin saberlo?. ¿En qué momento irrumpe en nuestras vidas la posibilidad patente, la oportunidad decisiva, de elegir la pastilla deseada?. ¿Qué elegiremos?. ¿Elegiremos?.
Y ya estamos entrando a salir. Y todo vuelve, una vez más. Neo se encuentra con la Pitonisa, y luego de preguntarle si es el Oráculo, se produce el siguiente diálogo:
PITONISA: Te diría que te sentaras, pero de todos modos no aceptarás. Y no te preocupes por el jarrón.
Neo: ¿Qué jarrón?
P: Ese jarrón.
N: (se da vuelta, golpea el jarrón, cae y se rompe). Lo siento.
P: Te he dicho que no te preocuparas. Le diré a uno de mis chicos que lo arregle.
N: ¿Cómo lo sabía?
P: Ohhh... lo que de verdad te preocupará más tarde es: ¿lo habrías roto si yo no te hubiese dicho nada?.
            En principio, podríamos decir que Neo estaba destinado a romper ese jarrón y la pitonisa sólo profetizó aquello que ella ya sabía que iba a suceder. Pero tal vez, y sólo tal vez, estemos en presencia de lo que en ciencias sociales se llama profecía autorrealizadora o autocumplida. La premonición expresada termina generando, produciendo, lo que de otra manera tal vez no hubiese sucedido. En ese caso hay un convencimiento de fondo: el destino se escribe a cada paso y nosotros somos cómplices, colaboradores, muchas veces involuntarios, y otras cuantas veces decididamente responsables.