jueves, 8 de marzo de 2012

Apuntes sobre la Libertad VI


En la antigüedad, cuando uno quería saber qué es lo que iba a suceder en tal o cual situación no tenía más que dirigirse a un lugar sagrado donde los dioses le respondían sus preguntas a través de sus intérpretes (sacerdotes y pitonisas). En Grecia se la llamaba manteia, siendo conocido entre los romanos por oracula.
Veamos de qué manera funcionaba el oráculo. La pitonisa inspirada se sentaba en un asiento de tres pies en una estancia subterránea llamada áditon, donde aspiraba los vapores de la profecía. En ese instante, el dios hablaba a través de ella y respondía las consultas oraculares. La explicación científica que se pretende para éste y otros oráculos similares, es que la mujer entraba en trance gracias a los vapores de azufre, y elevaba su mente a la subconciencia. Para otros era simplemente un subterfugio azaroso. La primera explicación es para tener en cuenta, pues desde Herodoto a Plutarco se habla de entusiasmo. Alguien entusiasmado, etimológicamente, es alguien atravesado por el dios. Tiene relación con lo que los griegos también llamaban manía. Uno pierde su identidad, pierde los límites y deja de ser uno mismo, para ser, en este caso, el instrumento de un dios.
Una de las características de los oráculos es la ambigüedad. Traigamos el ejemplo de Creso, rey de Lidia. Planeaba una guerra contra el reino de Persia. Como era un hombre prudente, no quería arriesgarse a emprender una guerra sin tener la seguridad de ganarla. Al consultar al oráculo de Delfos sobre la cuestión, recibió la siguiente respuesta: Si Creso emprende la guerra contra Persia, destruirá un reino poderoso. Contento con la predicción, de la cual infirió la destrucción de los persas, inició la guerra. En poco tiempo fue derrotado por Ciro, el rey persa. Tan rápido como pudo se fue a quejar a los sacerdotes de Delfos, quienes le contestaron que la predicción fue correcta: Al emprender la guerra, Creso destruyó un poderoso reino, ¡el suyo!.
Esto podríamos relacionarlo con  otro personaje mítico, y a la vez trágico, de los griegos: Prometeo. Mítico porque podemos encontrarlo ya en Hesíodo, y trágico por su aparición en la obra de Esquilo, Los tres Prometeos (de la cual sólo nos queda El Prometeo encadenado). El punto de contacto sería el robo del Fuego Olímpico. Prometeo no hurtó todo el fuego divino sino sólo una chispa, un pedazo de carbón. El fuego podría simbolizar el conocimiento, la sabiduría. Prometeo no le dio a los hombres la sabiduría divina sino sólo una chispa de ésta. El hombre tiene el deseo de conocer pero jamás podrá saberlo todo (algo así como Sísifo empujando la piedra y bajando a buscarla en un eterno retorno). Una de las diferencias que hará Píndaro entre dioses y hombres es la siguiente: el hombre no conoce su destino y los dioses sí. Los animales tampoco conocen su destino pero no les interesa saberlo. En cambio, el hombre, tiene esa chispa de fuego divino, tiene ese conocimiento parcial y limitado que dista bastante de la sabiduría divina. El oráculo, más que una ayuda a los hombres, es otra prueba más de la abismal distancia entre la raza divina y la humana.
Para ver otro aspecto de los oráculos, recordemos este conocido ejemplo de la tragedia griega: Edipo rey. Layo y Yocasta eran los padres de Edipo. El oráculo le había dicho a Layo que cualquier hijo que tuviera con Yocasta sería su asesino. Por esta razón quiso deshacerse de Edipo. Hay dos versiones al respecto, pero no vienen al caso. Lo cierto es que Edipo terminó en Corinto como hijo adoptivo de los reyes. Un día, Edipo, fue a consultar al oráculo su futuro, y éste le contestó: ¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!. Creyendo que se refería a los reyes de Corinto, se decidió a huir. En el viaje se cruzó a Layo (su verdadero padre, aunque Edipo no lo sabía) y, luego de una disputa, lo mató. Luego venció a la Esfinge, fue proclamado rey de Tebas y se casó con la reina Yocasta (su verdadera madre, aunque Edipo no lo sabía).
Hasta aquí la historia griega, o al  menos el fragmento que nos interesaba. Si uno consulta al oráculo es porque cree que lo que dice es verdad. Si el oráculo le dijo a Layo que su hijo lo mataría, por más que se deshiciera de su hijo, éste lo iba a matar. Ahora, si no estaba del todo convencido, ¿para qué se deshizo de su hijo?. La profecía oracular no era “si tu hijo sigue contigo te matará”, sino, “cualquier hijo que tengas te matará”. Algo similar le sucede al propio Edipo. El oráculo le dice que matará a su padre y se casará con su madre. Por más que huya, la predicción iba a cumplirse. Al parecer, estos personajes creen en el oráculo, pero a la vez descreen. Primero le creen, luego intentan evitar el destino, y en ese mismo instante están descreyendo, ya que piensan que de esa manera no se cumplirá lo que el oráculo predijo.
En este mundo posposmoderno, por decirlo de alguna manera, creemos en los neooráculos, a los que solemos denominar como medios masivos de comunicación. Desde el tiempo hasta la seguridad, pasando por el tránsito y las mejores películas para ver el fin de semana, los mass media hace gala de sus mensajes ambiguos, pero claramente intencionados e interesados, en los que creemos o descreemos a la vez. ¿O acaso sacar el paraguas de paseo ante el mísero 30 % de probabilidades de precipitaciones no es exactamente eso?.
Todo lo que digamos ya está mediado por los medios masivos de comunicación. En la actualidad, ellos son el horizonte de comprensión desde dónde percibimos y analizamos todo y, es más, desde donde existimos. En los medios masivos se constituye el sentido del ser actual. Por esta razón, posiblemente, sea tan fuerte el impacto que tienen los medios en la realidad (sea lo que fuere lo que llamamos realidad). Operan en lo más originario, en la pragmática. Sucede que el mundo tiene sentido por el hombre pero el hombre está abierto al mundo antes que a sí mismo y, por lo tanto, siempre está comprendiéndose por él en una codeterminación mutua originaria. Existimos, comprendemos y somos desde los medios masivos de comunicación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario