“Uno no siempre hace lo que quiere pero tiene
el derecho de no hacer lo que no quiere” decía M. Benedetti. Y quizás aquí
se juegue el concepto de libertad. Tironeado, tensado, por los innumerables
condicionamientos socio-histórico-culturales y las tendencias
genético-somáticas, se encuentra el ser humano. Y hace lo que puede, dentro de
lo que quiere. Nuestra libertad, digámoslo de una vez, es (muy) limitada. Pero
los límites, los bordes, a su vez, son condición de posibilidad. Estamos condicionados
pero no determinados; el margen sigue siendo un lugar donde continuar
escribiendo.
Cada
elección es una renuncia y cada renuncia es una elección. Estamos condenados a
ser libres, dijo Jean Paul. No soy libre de elegir ser libre, pero tampoco de
renunciar a ello. Y agrego algunas frases tan existenciales como apócrifas: “apostemos
por la libertad”, diría Blas, ya que “el que no arriesga no gana”, completaría
Sören.
“Creo que todos buscamos lo mismo, no sabemos
muy bien qué es ni dónde está”, canta Calamaro. La libertad, desde mi humilde punto de
vista, es un constitutivo humano, no es un plus. Pero arriesgo algo más: lo
constituye por ausencia. El hombre es libre porque no es perfecto. Y lo que
motoriza su libertad es el deseo. Deseo de ser feliz, de ser más plenamente
hombre, deseo de…
Dice Eduardo Galeano: “La utopía
está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez
pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine,
nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía?. Para eso sirve: para caminar”.
Lo mismo ocurre con el deseo. No sabemos si alcanzaremos lo deseado. Entonces,
¿para qué sirve el deseo?. Para eso sirve: para ejercer la libertad.
El deseo me lleva a elegir y
renunciar. Cada elección-renuncia me constituye. Yo soy mis elecciones y
renuncias. Y cada elección-renuncia, por revocable que sea, es en realidad
definitiva. Soy lo que elegí-renuncié, elijo-renuncio y elegiré-renunciaré. Toda
elección-renuncia nos compromete, aunque no lo queramos-sepamos... Hay que ser
(muy) libre para optar para siempre.
Creo.
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