Para profundizar en este
entrecruzamiento entre Libertad y Medios de Comunicación, realizaremos una
breve digresión para comentar “The Truman Show”.
Como
bien se observa a lo largo de la película, Truman (jugando con las palabras
“hombre” y “verdad”) vive una vida que parece estar manejada desde afuera. Su
vida se dice desde otro lado; es un discurso escrito por otro. En este caso
podemos llamarlo, entre muchos nombres, como medios masivos de comunicación y
podríamos simbolizarlo en Cristof, el director.
Frente a la dicotomía
existente entre la vida de Truman y la
de los televidentes, podemos plantearnos la siguiente pregunta: los medios masivos
de comunicación ¿reflejan la realidad o la construyen?. Se puede decir que un
noticiero refleja la realidad. Sin embargo, no muestra toda la realidad. Se
elige qué mostrar y qué no. Hay intereses detrás. Adorno dice que la televisión
introduce un duplicado del mundo para reemplazar al real, de tal manera “que no es posible advertir que el mundo que
reflejan no es el mundo”.
Los medios de comunicación de masas se han convertido en componentes de
una explosión y multiplicación generalizada de Weltanschuangen, de visiones del
mundo ya no sólo referidas a las distintas culturas del planeta, sino también a
las múltiples subculturas dentro de una misma cultura.
La desaparición de la frontera entre realidad y ficción llega a ser un
hecho habitual en los informativos de televisión, y el advenimiento de la
realidad virtual (curioso oxímoron posmoderno) y las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación acabarán disolviendo las pocas distinciones que se mantienen
entre hecho y ficción. Así, no sólo es innegable que hay múltiples visiones del
mundo, sino también que ninguna se basa en un acceso privilegiado a la realidad
(sea lo que fuere lo que signifique realidad). La intensificación de las
posibilidades de información sobre la realidad en sus más diversos aspectos
vuelve cada vez menos concebible la idea misma de una realidad. Quizá se cumple
en el mundo de los mass media una
profecía de Nietzsche: el mundo verdadero, al final, se convierte en fábula. Y
es que, como decía este pensador alemán, no existen hechos, sólo
interpretaciones. Y toda interpretación interpreta otra interpretación.
Releyendo los párrafos anteriores surge inmediatamente otra pregunta: las
personas ¿reflejan la realidad de los medios o construyen su propia realidad?.
Todo lo que puedan hacer los medios depende de los receptores, se dice. Como afirma
John Milton (Al Pacino) en “El Abogado del Diablo”: “Yo no manejo marionetas, sólo armo el escenario”. El resto es puro
libre albedrío, concluye. Lo mismo sucede con los medios masivos de
comunicación. Arman, constituyen un escenario, como lo es la misma Seahaven
(juega con “mar” y “cielo”). Cristof no maneja a Truman como si fuese una
marioneta. Truman es libre de decidir qué realidad quiere vivir, más allá de
los condicionamientos propios de la finitud humana (lugar de nacimiento, lengua
materna, familia, etc.). El Director lo sabe y por eso dice: “Truman puede irse cuando quiera si tuviera
algo más que una vaga ambición. Si estuviera decidido a saber la verdad no
podríamos impedírselo de ningún modo”. Incluso hay muchas señales que van
desocultando la verdad (aletheia),
sea lo que fuere lo que llamamos verdad. Un farol cae del cielo, mira para
arriba y sigue su vida como si nada, aunque a esto colabora la lógica
explicación que escucha en la radio. Estando en la playa llueve en una franja
sola: es una nube que lo sigue solamente a él. Cuando quiere alcanzar al padre
reaparecido, se lo llevan, lo cruzan de cualquier forma e intentan por todos
los medios posibles impedir que se encuentren. Silvia, antes de que se la
lleven, le revela todo. Sin embargo, recién comienza a sospechar cuando escucha
por su radio que lo están siguiendo. Descubre el estudio detrás del ascensor,
cómo los autos frenan para no atropellarlo, y así.
Ahora profundicemos un poco más en la influencia del entorno social
sobre Truman. Marx decía que “no es la
conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser
social es lo que determina su conciencia”. ¿Qué sucede con Truman?.
Evidentemente su ser está siendo determinado por el ser social. Él está
siendo dicho desde otro lado.Y lo mismo podemos decir de todos los actores que
participan del show.
Comparemos a Truman con nosotros. Truman, a lo largo de la
película, está extrañado, alienado... ¿y
nosotros?. Él tenía el mismo poder de decisión, la misma libertad que ahora
nosotros. Él no eligió dónde nacer, nosotros tampoco. Él no eligió su familia,
nosotros tampoco. A su esposa le dijeron que lo sedujera, pero él terminó
aceptando. Su amigo actuaba de amigo, pero él lo consideraba tal y por eso le
contaba todo. Ninguno de nosotros está exento de que le suceda algo similar. Él
podría haberse ido antes, pero no estaba preparado. Señales tuvo. Siempre fue
libre. ¿Qué nos diferencia de él?, ¿que no nos filman?.
En ningún lado leemos “El Gran
Hermano te vigila” pero, ¿quién dijo que no nos filman?. Tal vez estamos
siendo filmados sin darnos cuenta (de hecho nos habrá pasado más de una vez).
Al fin y al cabo a Truman le sucedía eso mismo. Igualmente si uno no lo sabe
actúa como si no lo filmasen y, por lo tanto, no cambia sus conductas.
Entonces, nos volvemos a preguntar: ¿qué nos diferencia de Truman?. Tal vez
nada. Y eso es lo peor. Cuando Truman quiere salir a explorar, como Magallanes,
le dicen: “Llegas tarde, todo ha sido
descubierto”. Cuántas veces a nosotros nos dicen algo similar: “Llegas
tarde, ya han pensado por ti, ya han decidido por ti”. Nos desaniman. Y quizás
es porque estamos tan alienados como él. Después de Bentham y el panóptico,
Foucault y la sociedad disciplinaria, Deleuze y la sociedad de control, no
podemos seguir pensando ingenuamente igual.
En el Talk-Truman, el periodista le pregunta a Cristof: “¿Por qué creé que Truman nunca llegó a
descubrir hasta hoy la verdadera naturaleza del espectáculo?”. El Director
le contesta: “aceptamos la realidad del
mundo que nos presentan, eso es todo”. Nosotros también aceptamos la
“realidad” del mundo que nos presentan; en palabras de Heidegger: vivimos en
estado interpretado. Ese aceptar la realidad del mundo que se nos presenta,
muchas veces pasa por naturalizar la cultura. No siempre somos conscientes o
explicitamos de alguna manera que vivimos en un mundo que nos precede. Tenemos
que saber que nunca conocemos la cosa tal cual es fuera de los discursos que
hablan acerca de ella y, de alguna manera, la crean o la construyen. Y nuestra
imagen de la realidad depende en buena medida de la confirmación o
no-confirmación que aporta a nuestra percepción el testimonio del otro.
Preferimos confirmar la opinión establecida, antes de que nos vean como un loco
o, de mínima, alguien diferente. Posiblemente también nosotros estemos
necesitando luchar contra viento y marea, y salir por esa puerta oscura que
conduce a la “realidad”, más allá de que no veamos nada todavía.
Muchas veces en nuestra cotidianeidad absolutizamos la analogía, el
juicio provisional o la mímesis y no somos nosotros mismos, estamos alienados,
extrañados. La rutina, como a Truman, también nos aliena. Frente a esto debemos
gritar con Truman: “auxilio, estoy siendo
espontáneo”. Heidegger advierte que el hombre es el ser emplazado ante la
alternativa auntenticidad-inautenticidad; la posibilidad de llegar a ser él
mismo constituye la tarea y la hazaña del existente humano.
Optemos por ser el “sí mismo” heideggeriano y no el “man”. Si el otro,
por ejemplo la televisión, me constituye, estoy en estado interpretado. Actúo
como el uno, como todos y como ninguno a la vez. Me hace falta realizar una
hermenéutica ontológica existencial de mi vida. Como hace Truman: desde su
futuro, interpreta su pasado y se juega en su presente. Su futuro es estar en
la “realidad” junto a Silvia, su amor. Interpreta su pasado, lo vivido junto a
ella, la “mentira” en la que estuvo viviendo. Se juega en su presente: sale en
busca de Silvia. Esto lo lleva a un estado interpretante, a ser sí mismo y
decidir su propio destino; es por eso que logra liberarse.
Toda liberación no puede ni debe ser comprendida como un desatarse de
algo que nos aliena y domina, sino más bien como un encontrar aquello que nos
pueda librar a nuestro propio destino. Heidegger mostrará cómo la pragmática
cotidiana, entendida como hermenéutica existencial, es la que realiza más
originariamente la estructura de inteligibilidad que da cuenta del sentido del
ser. Aquí se da un protagonismo donde se juega tanto la alienación como la
liberación semántica del ser en el mundo.
Para ir cerrando este apartado realicemos una breve comparación con uno
de los más conocidos mitos griegos. Ulises se hizo atar al mástil de su navío,
por consejo de Circe, para no dejarse llevar por el canto de las sirenas. De la
misma manera Truman se ata al mástil de su bote para no dejarse llevar por su
fobia al agua. El miedo serían las sirenas. No quiere escuchar a ese temor que
le dice: “aléjate del agua, vuelve a tu rutina y vive tranquilo”. Entonces se
sujeta al bote. Se hace sujeto de la situación. Se hace cargo de toda su vida
(pasado, presente y futuro) y decide libremente ser sí mismo.
En el final, antes de salir por la puerta, Truman dice: “En caso de que no los vea: ¡Buenos Días,
Buenas Tardes, y Buenas Noches!”. El mismo saludo rutinario que no lo
dejaba ver la “realidad” es su despedida hacia lo “real”. Sólo salimos de la
rutina cuando somos conscientes de que vivimos en la rutina. Por eso esa
despedida irónica.
Por eso, también, comienza a ser espontáneo cuando, estando en el auto
en la puerta de su casa, descubre la rutina de los actores y predice quién
pasará primero, quién luego y cuál después (algo así como los prisioneros en la
caverna platónica que jugaban a predecir en qué orden se sucedían las
imágenes). Sucede que comprender, quizás, no sea otra cosa que el carácter
óntico original de la vida humana misma. Cuando uno comprende que está
alienado, en ese instante se libera. Comprender es ser sí mismo. Exigirá
esfuerzo pero vale la pena.